El titulo pertenece a una escena de una película española, Lugares comunes (2002), y en ese contexto se hace vital, pensar en el encuentro de escuelas de Teatro.
Era la primera vez que asistía, en un panorama bastante particular, a mis casi 50 años decidí estudiar teatro, en el lugar donde sin pensar en edades o limitantes, se abre la puerta en Cali, a los que tienen en su corazón el teatro : el Instituto Popular de Cultura, casi medio siglo viendo la magia del teatro, como parte del espectador que siempre quiere mas y como miembro del grupo docente de asignaturas teóricas y pedagógicas de Bellas Artes Institución Universitaria del Valle, me llenaron el alma de sueños.
Asistí entonces como estudiante, mis compañeros, jóvenes que no sobrepasaban los 22 años, con sus ojos llenos de sueños y su alma en algarabía.
Yo mas sosegada, creo, sentí el dolor de la lucidez, acercarme a esa manera de ver el teatro en cada conferencia, en cada charla, en el compartir de la aromática con aquellos que han vivido el teatro toda su vida, fue maravilloso y un reto.
El tema del encuentro, alrededor de la formación del actor, y la rama que yo elegí que fue la voz, me internaron en caminos de descubrimiento sublime, la voz mas allá del proyectar, una voz en escena que resuena con los cuántico, con la mirada de la estética del escenario, con la vibración del mundo.
Oír cada maestro, que nos enseñó que cuando el Náhuatl tiene claro su destino el universo abre sus puertas (palabras mal plagiadas, de la maestra Beatriz Camargo) que el teatro popular vibra en las calles, con la pasión del maestro Misael Torres, ese hablar pausado, pensados de los maestros mexicanos, que no solo hablan de voz, la hacen vibrar, en fin, todos y cada uno, llenando mi medio siglo de mariposas amarillas.
No sé como decir, como hacer sentir, que estos espacios no son un asunto de reunir gente, es un asunto, incluso más allá de filosofar el teatro, es una juntanza de almas, que desean hacer lucido, el mundo a través del teatro.